ECOLOGÍA PROFUNDApaisaje

por Bill Devall y George Sessions

publicado en:

http://www.alcione.cl/nuevo/index.php?object_id=202

Vivir como si la Naturaleza importara

El término “Ecología Profunda” fue acuñado por Arne Naess y se refiere a un
enfoque profundo y espiritual sobre la naturaleza, el que se deriva de una
apertura más sensitiva hacia nosotros mismos y hacia la vida que nos rodea. La
esencia de la ecología profunda brota, pues, naturalmente, del hecho de
preguntarnos en profundidad sobre la vida humana, la sociedad y la naturaleza.

La ecología profunda es mucho más que una aproximación fragmentaria a los
problemas medioambientales, una aproximación que intenta articular una visión
religiosa y filosófica comprehensiva sobre el mundo. Sus fundamentos hay que
buscarlos en aquellas intuiciones y experiencias con respecto a nosotros mismos
y a la naturaleza que surgen espontáneamente de la conciencia ecológica junto a
ciertas visiones naturales sobre la política y la sociedad.

La mayor parte de sus temas de interés son los tópicos que han preocupado a la
filosofía y a la religión de todos los tiempos. ¿Qué significa ser un individuo
único? ¿Cómo puede el ser individual conservar y potenciar su singularidad sin
dejar de participar en un sistema global en el que no existe discontinuidad
entre el ser y el otro? Una perspectiva verdaderamente ecológica puede conducir
a aquello que Theodore Roszac denomina “el despertar de una totalidad que es
algo más que la suma de sus partes. El espíritu de tal disciplina es, pues,
contemplativo y terapéutico.”

La conciencia ecológica y la ecología profunda se hallan en abierta
contradicción con la visión del mundo imperante en las sociedades
tecnocrático-industriales que consideran que los seres humanos estamos aislados
y separados y que debemos ejercer nuestro poder sobre el resto de la creación.
Esta visión del ser humano como una especie superior que se halla separada de la
naturaleza es una manifestación de un patrón cultural que ha venido obsesionando
a la cultura occidental desde hace miles de años, el concepto de “dominio”: el
dominio de la humanidad sobre la naturaleza, de lo masculino sobre lo femenino,
de los ricos y los poderosos sobre los pobres, y, en suma, de la cultura
occidental sobre la cultura oriental.

La conciencia ecológica profunda, por su parte, nos permite ir más allá de estas
ilusiones erróneas y peligrosas. Según la ecología profunda, el estudio de
nuestro lugar en el planeta Tierra nos obliga a reconocernos como parte de una
totalidad orgánica. Pero ir más allá de la estrecha visión
científico-materialista de la realidad nos obliga a fundir sus aspectos
materiales y espirituales. Los líderes intelectuales más destacados de la visión
del mundo imperante han tendido a considerar a la religión como una “mera
superstición” y, en consecuencia, han subrayado la subjetividad de las antiguas
prácticas espirituales y de la iluminación. La conciencia ecológica profunda,
por su parte, constituye la búsqueda de una conciencia y de un estado de ser más
objetivo mediante un cuestionamiento activo profundo, un proceso meditativo y un
estilo de vida.

En el contexto de las diferentes tradiciones espirituales -cristianismo,
budismo, taoísmo e iglesia nativa americana, por ejemplo- son muchas las
personas que se han planteado en profundidad estos interrogantes y que han
cultivado la conciencia ecológica y, si bien estas tradiciones difieren en
muchos aspectos, todas ellas coinciden, sin embargo, en lo que respecta a los
principios fundamentales de la ecología profunda.

El filósofo australiano Warwick Fox ha expresado sucintamente que la intuición
central de la ecología profunda “es la idea de que no podemos establecer ninguna
división ontológica definitiva en el campo de la existencia. En la realidad no
existe ninguna diferencia radical entre el dominio humano y el dominio no
humano… mientras sigamos percibiendo este tipo de fronteras no alcanzaremos a
comprender qué cosa es la conciencia ecológica profunda.”

A partir de esta intuición fundamental característica de la conciencia ecológica
profunda, Arne Naess ha desarrollado dos “normas últimas” -dos intuiciones que
no se derivan de ningún otro principio o intuición- a las que sólo puede
accederse mediante un proceso de cuestionamiento que nos revela la importancia
del nivel filosófico y religioso. Estas intuiciones, sin embargo, no pueden ser
verificadas mediante la metodología de la ciencia moderna, basada en premisas
mecanicistas y en una definición excesivamente estrecha de los datos. Se trata
de “la autorrealización y la igualdad biocéntrica”.

Autorrealización:
La norma de la autorrealización propuesta por la ecología profunda está
relacionada con las grandes tradiciones espirituales de la mayor parte de las
religiones del mundo y trasciende la noción occidental moderna que define al ser
como un ego aislado cuyo impulso primario estriba en la gratificación hedonista
o en una idea muy limitada de salvación individual en esta vida o la siguiente.
El crecimiento y el desarrollo espiritual comienza cuando dejamos de concebirnos
y de vernos a nosotros mismos como egos aislados que se hallan en oposición y
nos abrimos a la identificación con otros seres humanos, comenzando por nuestra
propia familia y siguiendo con nuestros amigos hasta terminar abrazando a toda
la especie humana. Sin embargo, la ecología profunda va un paso más allá de esta
identificación con la humanidad y subraya también la necesidad de llegar a
identificarse con el mundo no humano. Debemos, pues, aprender a mirar más allá
de las creencias y presupuestos de nuestra sociedad contemporánea, más allá de
la sabiduría convencional de nuestra época y lugar, y esto sólo puede lograrse
mediante un proceso meditativo de cuestionamiento profundo. Sólo de este modo
podremos alcanzar la plena madurez de nuestra personalidad y de nuestra
singularidad.

Una sociedad nutricia y no dominante puede resultar sumamente útil en el
“trabajo real” de llegar a convertirnos en personas íntegras. Este “trabajo
real” puede ser definido simbólicamente como la realización del “ser en el
Ser”(entendiendo por “Ser” la totalidad orgánica) y también podríamos resumir en
una frase el proceso del pleno desarrollo del ser diciendo: “Yo no puedo
salvarme mientras no lo hagan todos los individuos”, (y entendiendo aquí por
individuo no sólo al individuo humano sino -además de toda la humanidad- a las
ballenas, los osos pardos, los ecosistemas de los bosques húmedos, las montañas,
los ríos y el más diminuto de los miocrobios).

Igualdad biocéntrica:
La intuición de la igualdad biocéntrica afirma que todas las cosas tienen el
mismo derecho a vivir, crecer y alcanzar sus propias formas individuales de
expresión y autorrealización dentro del marco superior de la Autorrealización.
Esta intuición básica se resume en la idea de que todos los organismos y
entidades que pueblan la ecosfera participan de la misma totalidad
interrelacionada y que, por consiguiente, tienen el mismo valor intrínseco.

Este concepto de igualdad biocéntrica está estrechamente relacionado con la
noción de Autorrealización omni-inclusiva en el sentido de que, si dañamos a la
naturaleza, en realidad nos estamos dañando a nosotros mismos. Desde este punto
de vista, todo está interrelacionado y no existe frontera alguna. Pero, en la
medida en que percibimos las cosas en tanto que entidades u organismos
individuales, esta intuición nos conduce a respetar a todos los individuos
-humanos y no humanos – como parte de la totalidad sin sentir la necesidad de
establecer un orden jerárquico entre las distintas especies que se halle
coronado por el ser humano.

Las implicaciones prácticas de esta intuición, o de esta norma, nos invitan a
vivir causando el menor impacto posible sobre las otras especies y sobre el
planeta en general. Entonces veremos otro de los aspectos de este principio
fundamental: simple en medios y rico en objetivos.

En tanto que individuos y comunidades humanas tenemos necesidades vitales que
van mucho más allá de la satisfacción de nuestras necesidades básicas -como el
alimento y el abrigo, por ejemplo- necesidades entre las que se incluyen también
el amor, el juego, la expresión creativa, la relación con un determinado paisaje
(o con el conjunto de la naturaleza), la relación íntima con los demás seres
humanos y la necesidad vital del desarrollo espiritual para llegar a devenir
seres humanos maduros.

Es muy probable que nuestras necesidades vitales materiales sean mucho menores
de lo que generalmente creemos. La abrumadora publicidad de las sociedades
tecnocrático-industriales alimenta falsas necesidades y deseos destructivos que
sólo sirven para aumentar la productividad y el consumo, lo cual, de hecho, no
hace sino impedirnos afrontar de manera directa, objetiva y desde el principio,
la necesidad de llevar a cabo un “trabajo real” de crecimiento y maduración
espiritual.

La mayor parte de las personas no se sienten partícipes de las ideas propugnadas
por la ecología profunda, pero reconocen, sin embargo, nuestra necesidad vital -
y, en realidad, la necesidad vital que tiene toda forma de vida- de vivir en un
entorno natural de calidad, generando la menor cantidad posible de residuos
tóxicos, evitando la contaminación nuclear, el smog y la lluvia ácida y
manteniendo los suficientes bosques como para poder permanecer en contacto con
nuestras fuentes, con los ritmos naturales y con el flujo del tiempo y el
espacio.

Las normas últimas propuestas por la ecología profunda se apoyan en una visión
de la naturaleza, de la realidad y del lugar que ocupamos como individuos
(múltiples en la unidad) en el esquema global de las cosas. Dichos principios no
pueden ser abordados de un modo meramente intelectual sino que tan sólo pueden
ser aprehendidos experiencialmente. El cuadro que presentamos a continuación
resume la diferencia existente entre la visión del mundo predominante en nuestra
sociedad y la visión que nos propone la ecología profunda.

Visión del mundo predominante Ecología profunda
Dominio sobre la Naturaleza. Arpelicanosmonía con la Naturaleza.
Entorno natural como fuente de provecho. Toda forma natural tiene valor
intrínseco/igualdad biocéntrica.
Crecimiento económico/material en pos del crecimiento de la población.
Necesidades materiales simples (los objetivos materiales se hallan supeditados a
la meta superior de la autorrealización).
Creencia de que los recursos son inagotables Bienes terrenales finitos
Progreso y soluciones de carácter exclusivamente tecnológico Tecnología
adecuada, ciencia no-dominante
Consumismo Hacer con lo suficiente, reciclaje

Extractado por Farid Azael de
Trascender el Ego
Editado por Roger Walsh y Frances Vaughan
Kairós.