EmotoEl Espíritu del Agua

La pasión de Masaru Emoto

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Entre los múltiples libros recientes dedicados al estudio del agua, destaca el trabajo microfotográfico del Dr. Masaru Emoto (22 de Julio, 1943), dedicado a este elemento esencial los últimos 11 años, y cuya amplia difusión a través de varios libros, abarca ya todo el orbe. En él, Emoto, con un título en Relaciones Internacionales (U. M. de Yokohama) y otro en Medicina Alternativa, demuestra iconográficamente cómo el agua reacciona con las más sutiles vibraciones de su entorno, mostrando insospechadas variaciones configurativas visibles en el congelamiento de una gota. Año tras año ha ido expandiendo sus experimentos y revelando evidencia que no sólo nos maravilla, sino que confirma que aún tras el velo químico, eléctrico o físico, el agua sigue siendo un gran misterio.

Muchas expresiones populares y proverbiales se refieren al agua de acuerdo a sus diversas posibilidades percibidas a través de la fe o de la observación de sus efectos: “fuente de vida”, “vital elemento”, “agua viva”, “aguas curativas”, “aguas benditas”, etc., siempre asociadas a la vida, la salud, la curación, la redención. El Dr. Emoto se propuso verificar si existían diferencias cualitativas entre estas diferentes aguas, desde la más corriente y químicamente tratada, de la red pública, hasta aquellas a las que se les atribuye propiedades curativas o milagrosas.

El método de Emoto considera el depósito de una gota del agua a observar en una placa de vidrio, que es congelada a -25º y observada al microscopio para luego fotografiar la forma cristalográfica obtenida. A pesar de que el laboratorio completo se mantiene a 5º bajo cero, el tiempo para tomar las fotografías no excede a los dos minutos, tiempo tras el cual el cristal comienza a deshacerse por el calentamiento producido por la luz del microscopio.

Los resultados obtenidos fueron mucho más lejos de lo que el propio Masaru Emoto podía suponer inicialmente. Descubrió que el agua no sólo reacciona a los agentes físicos, como la temperatura o la sequedad, sino que también a otros mucho más sutiles e intangibles como palabras, sonidos, sentimientos, pensamientos, imágenes, colores, etc., que afectaban la configuración de los cristales obtenidos.

La importancia del agua en nuestro planeta es evidente, pero, ¿tomamos realmente consciencia de ello cada día, a pesar de que nuestra subsistencia depende de ella? Es sabido que el cuerpo humano está constituido por alrededor de un 70% de agua. En los recién nacidos y niños pequeños este porcentaje es mucho mayor aún. Si consideramos que toda esa agua podría estar siendo modificada en su configuración por el efecto de ambientes polutos, palabras duras o agresivas, vibraciones dañinas y el sinnúmero de agentes perturbadores que nos rodean cotidianamente, el efecto potencial resulta casi inimaginable para nuestros cuerpos y sus irradiaciones resultantes, y nuestro bienestar global. Por el contrario, el contacto con la naturaleza, con la buena música, con entornos pacíficos, con sentimientos positivos, contribuyen a limpiar y reorganizar la mayoritaria parte acuosa de nuestra constitución, impidiendo que se establezca un círculo vicioso.

Porque la mayoría de la contaminación que corrompe el agua emana de nosotros mismos, tanto de nuestras emociones y pensamientos negativos como de nuestra indolencia en mantener un entorno y actitudes personales apacibles y limpias en las que permanecer algún tiempo del día, cotidianamente. ¿Es mera coincidencia la proliferación de los centros SPA (salud por agua) en todo el mundo?

El trabajo del Dr. Emoto ha encontrado bastantes reticencias en la comunidad científica, siendo criticado de falta de rigor científico y de la dificultad en reproducir los experimentos en condiciones fijas y establecidas mediante el procedimiento del doble ciego, de modo que el fotógrafo y sus propios sentimientos o estados anímicos no puedan afectar los resultados en una magnitud significativa. Aparentemente, el fotógrafo conoce a qué estuvo expuesta el agua cuyo cristal ahora observa, de modo que se le supone una expectativa que podría influir el resultado. Se lo acusa además de publicar sólo fotos seleccionadas de las múltiples que toma a cada cristal, y en general, de dar pocas explicaciones detalladas acerca de los métodos y procedimientos.

A pesar de estos detractores, válidos, creemos que el Dr. Emoto no es un científico nato, sino más bien un investigador apasionado en busca de evidencia y sentido. Y es innegable que, simbólicamente, las imágenes hablan por sí solas, y aunque puedan existir innumerables errores de método o interpretación, los resultados resultan impactantes y nos impulsan al menos a una detenida reflexión acerca de este elemento que damos por sentado y siempre disponible a granel en nuestro planeta.

El Agua es un elemento fundamental de la naturaleza. En ella surge la vida, tanto a nivel simbólico (“el Espíritu sobre la faz de las aguas”) como a nivel orgánico. Es el elemento en el que la vida no sólo nace, sino que también anida, como ocurre con el líquido amniótico en el que se desarrolla el feto de todos los mamíferos. El agua une los continentes, liga lo dispar, inunda todos los espacios disponibles acomodándose a la forma que lo recibe, siendo el elemento de contacto entre los elementos que le rodean.

Simbólicamente, el elemento agua, tanto en astrología como en psicología, representa a la psiquis, informe y omnipresente en la vida de los individuos, que incluye a las emociones en su octava menor, a los sentimientos en su octava mayor, además del pasado, los recuerdos, la vida arquetípica y simbólica. Cuando cualquier elemento toca el agua, como un guijarro lanzado a un estanque, las ondas se expanden a todo el continente, y del mismo modo las cosas que nos afectan, que nos recorren por completo en ondas de mayor o menor amplitud. Todo aquello que “nos toca” es aquello que tomó contacto con nuestra agua, de aquí la necesidad de su depuración, al ser nuestro principal objeto y elemento de transformación personal. Sólo el agua quieta y transparente puede mostrar sin distorsión el fondo y del mismo modo reflejar el cielo.

Físicamente, el agua tiene cualidades particulares, como que al helarse se expande, incluso antes de cristalizar. Y cuando se encuentra en estado sólido, congelada, se hace más liviana, de modo que flota por sobre el remanente líquido. El estado más denso del agua es el estado líquido. En ocasiones extraordinarias, el agua puede fluir en contra de la gravedad, como en las llamadas aguas artesianas. Gramaticalmente, el agua es una palabra femenina, pero se habla de “el agua” y “las aguas”, comportándose, en este sentido, como andrógina, al menos en español. Todas estas características suscitan evocaciones y provocan asociaciones, al extrapolarlas a lo psíquico. En un sentido más trascendente, el Agua se asocia al Alma como el núcleo de la encarnación. Y el Alma, tal como el agua, conserva la información incorporada por la experiencia, que resulta lo más asombroso del elemento químico. Aún cuando se evapore y desaparezca como forma física, mantiene la información que almacena. Este sería uno de los fundamentos de las aguas curativas.

El congelamiento de una gota de agua pura en condiciones naturales forma un núcleo hexagonal regular, que puede “crecer” o engalanarse con otros atributos según las cualidades del agua que se trate. Curiosamente, el Dr. Emoto no ha podido hasta el momento obtener cristales del agua de mar. De los cristales formados, los más bellos son aquellos formados a partir de agua de vertiente o manantial; por el contrario, las aguas estancadas o polutas pueden producir hexágonos incompletos o aún no cristalizar en absoluto. Sin embargo, los experimentos han mostrado que incluso al agua más contaminada puede incorporársele información que modifique la estructura y vuelva a formar hermosos cristales.

Esta información incorporada puede provenir de las más variadas fuentes como sentimientos positivos, colores, música, piedras preciosas o semipreciosas, la oración, la devoción, etc. Porque la conclusión fundamental de la evidencia mostrada en estos trabajos es que el agua es el elemento más receptivo que existe, lo que ya se sabía desde la antigüedad. Así pues, un agua poluta o “muerta” puede ser revertida en su corrupción.

Los experimentos han mostrado que si bien las peores formas se obtienen a partir de las aguas pantanosas o estancadas, las que difícilmente forman cristales, el agua clorada de la red pública tampoco produce formas bellas, y muchas veces los cristales no resultan completos o regulares. Las formas más hermosas, delicadas y llenas de detalles que maravillarían a un experto joyero, se producen en forma natural a partir de agua tomada de vertientes o manantiales.

Ante estas imágenes cualquier explicación sobra, y sin embargo, el misterio se mantiene. Emoto ha mostrado que el contacto del agua con elementos tan simples como la palabra “gracias”, o “amor” podía transformar los cristales obtenidos. Se ha observado que las fases lunares influyen la formación de los cristales, al igual que la posición de los planetas cercanos. Curiosamente, los resultados no son iguales si las palabras son dichas o mostradas en un idioma que en otro. La exposición del agua a cierta música, a ciertos colores, o incluso fotos de paisajes, también modificaría positivamente los cristales resultantes. Del mismo modo, la agresividad o la violencia era capaz de suprimir la capacidad de cristalizar, como se vio en las experiencias de exponer al agua a los insultos o a la música heavy metal.

Podemos ir constatando los efectos de nuestro lenguaje cotidiano sobre el 70% que nos constituye. Por más sesgo que pueda haber en los experimentos, hay efectos constatables. No sólo las palabras duras que decimos a otros, sino las que nos decimos constantemente a nosotros mismos cuando las cosas no salen como esperábamos, y que nos predisponen a establecer círculos viciosos repetitivos. Sólo imaginemos las configuraciones que podría adquirir nuestra agua personal frente a las formas en las que nos castigamos a diario por no ser perfectos. Tanto en el caso de la influencia negativa como de la positiva sobre el agua, tal vez no sean las palabras las que agreguen atributos al sencillo hexágono basal, sino la intención ofensiva o amorosa de quien las escribe o emite. Es decir, el agua personal de quien ejecuta la acción en contacto con la gota observada, en cuyo caso el resultado sería tanto o más impresionante. El hecho de que los resultados no puedan ser reproducidos en forma exacta, esto es, que no puedan establecerse mecánicamente situaciones iguales, resulta mucho más sugerente desde el punto de vista del significado, aunque carezcan de “rigor científico”.

La memoria del agua
Es universalmente conocido que la molécula de agua se forma de dos átomos de hidrógeno, de carga eléctrica positiva, y uno de oxígeno de carga negativa. Esta molécula no es regular ni simétrica, presentando un polo positivo y uno negativo; de esta forma se une a otras moléculas de agua mediante puentes de hidrógeno, formando agregados moleculares de más o menos magnitud denominados “cluster”. Aparentemente, esta forma de “agregarse” de las distintas moléculas individuales es la que varía de acuerdo a la información o vibración circundante (ya que la molécula inicial es siempre igual), y de este modo se conservaría la información. El cluster producido en determinadas circunstancias ambientales se seguiría agregando de forma similar aún cuando fuera evaporada y luego condensada en un nuevo matraz. Cada vibración induciría una forma de agregarse distinta de las moléculas, conservando en el tiempo esa vibración específica producto de esa agregación, la que constituye su estado energético, medible en forma de frecuencias vibratorias.

Esta es la base de la Homeopatía fundada por el intuitivo Dr. S. Hahnemann (1755-1843), quien obtenía productos activos sobre la base de una dilución tan exhaustiva de los productos, que no podía encontrarse rastro de ellos en el resultado final, lo que evidentemente desafiaba a la medicina convencional. Lo que Hahnemann hacía era recoger sólo la información del producto y “almacenarla” vibracionalmente en el agua, actuando así a un nivel completamente esencial sobre la enfermedad, y libre de los efectos adversos de los medicamentos que mantienen los productos químicos en forma directa.

Principios similares de esencialidad guían las terapias florales como las del Dr. E. Bach y otras como las de Findhorn que ni siquiera cosechan las flores o plantas curativas, sino que sólo exponen el agua de manantial a su influjo bajo la luz del sol o de la luna. En estas medicinas no se hace diferencia entre la salud del cuerpo y la del alma, y tanto la jaqueca como la melancolía pueden encontrar su tratamiento y cura. Si asociamos esta medicina esencial a las fotografías del Dr. Emoto, encontraremos completa coherencia en estos fundamentos.

Esta memoria del agua sería la que aporta las cualidades curativas a ciertas aguas termales y fuentes naturales conocidas desde la antigüedad en todos los rincones del orbe. Es sabido que muchos lugares de culto y veneración religiosa, o de aparición de figuras sagradas, se asocian al surgimiento de fuentes de aguas, vertientes y manantiales. Existen leyendas asociadas a estas fuentes en todos los continentes. Aparentemente, las cualidades curativas estarían determinadas por dos factores. Por una parte, a que se trataría de aguas profundas, y por lo tanto muy antiguas, que contendrían una gran cantidad de información en sus clusters. Y por otra parte, la cualidad observada de estas aguas, que aún en contacto con entornos polutos o substancias contaminantes, no dejarían de formar cristales al ser congeladas. Es decir, en cierta forma, aguas tan antiguas y “sabias”, que resultarían incorruptibles.

Pero el misterio persiste. ¿Cuál sería la influencia de la fe? ¿De la intención? ¿Habría una alimentación recíproca de “anhelos”? ¿Hasta qué punto el observador modifica o crea lo observado, o es modificado por la observación, al encontrar un nuevo sentido, una nueva comprensión, una esperanza? Parece plausible suponer una interacción con efectos mutuos.

En la creación, la forma es producto de la resistencia al impulso inicial, creador. Si no hubiera resistencia, el impulso original seguiría un curso lineal hasta el agotamiento de su energía propulsora, como el lanzamiento de una saeta sin destino. En un curso de agua, el fluido adquiere forma de la misma manera, al encontrar una resistencia, como por ejemplo, una roca; entonces se vuelve sobre sí misma y forma una turbulencia o un remolino. Y esto aporta ‘experiencia’ al agua, dotándola de nueva información. Lo mismo le ocurre a nuestra agua: cuando no hay resistencia, no hay aprendizaje, y poca consciencia. Obsérvese la diferencia entre el hexágono básico de un agua destilada, y los hermosos cristales del agua de manantial, que constituyen su ‘valor agregado’. Dice el físico Fred A. Wolf que en el caso del cerebro, el agua misma –que es su 85%- constituye una resistencia a los impulsos eléctricos, más sutiles: “esto podría significar que nuestros cerebros no podrían funcionar sin agua como instrumentos de memoria, y que la consciencia no tendría lugar sin la resistencia que presenta el agua a la actividad eléctrica del cerebro” (La Mente en la Materia, pág. 152, Gaia Edic., Madrid, 2006). La reflexión sobre estos datos suscita una serie de sugerencias y evocaciones inconmensurables para nuestra consciencia y vida humanas.

El sacerdote Jürgen Fliege, coautor de uno de los libros del Dr. Emoto ( El Poder Curativo del Agua, Ed. Obelisco, Barcelona, 2006) y entusiasta difusor de esta nueva forma de comprender el agua, se inquiere: “¿Qué es un bautismo sin agua? ¿Dónde está el hombre nuevo si no limpiamos al viejo? ¿Cómo es que no nos hemos dado cuenta de la importancia del agua, de cuán santa y santificativa es? ¿Dónde quedan el respeto y el honor al agua? Los grandes maestros ya enseñaban que la bendición y el sacramento sólo se realizan donde el verbo se concurre con el agua.” Cita a Lutero: “‘ El verbo debe concurrir con el elemento para convertirse en un sacramento’, un acto santo, purificador… “

“Cuando el espíritu se reúne con el agua de la vida, se vence el caos y empieza la creación. Sin embargo, nosotros, los religiosos, sólo cuidábamos el espíritu, despreciando el agua… ¿Qué fuerza tiene el agua?, y ¿qué misterio nos oculta? Esta no es sólo una cuestión de los físicos y médicos. En el fondo es una cuestión espiritual, porque en las ceremonias de los sacerdotes el agua ha sido desde el principio algo más que un ayudante y mensajero entre el cielo y la tierra. En lo religioso y espiritual, el agua es la madre de todo chamanismo. Desde los inicios de la creación, el agua dispone su viaje al cielo, aparentemente imposible para el simple mortal. Allí informa de las nuevas de la Tierra y sus hijos, como si fuera un chamán o un sacerdote, regresa y trae consigo nueva vida. Otra vez en la Tierra y dentro de ella, es recibida en el manantial por los sacerdotes, que perciben la nueva vida y lo que conlleva. No en vano construyeron sus primeros santuarios junto a los manantiales. En el fondo, el circuito de la vida siempre ha sido el circuito del agua.” Y agrega: (Las lágrimas) “no sólo aparecen cuando estoy triste, también brotan cuando he conectado con el flujo de mi propia vida. Las lágrimas son el agua amniótica de una nueva vida. La vida también bautiza sin sacerdote; sólo importa que haya agua”.

Masaru Emoto añade: “En el budismo y en el sintoísmo, las dos religiones que han marcado nuestra manera de pensar en Japón, la idea de reencarnación es totalmente natural. Esta representación de una evolución cíclica, este pensamiento en espiral, corresponde también al viaje de una gota de agua. Una gota fluye de manera líquida, se evapora y así cambia de forma. Sigue siendo agua, pero no la misma agua que antes. Sin embargo, tanto la información como todo el saber que nos transmite se conservan perfectamente cuando congelamos agua. La evaporación corresponde, podríamos decir, a la muerte: nuestro cuerpo se deshace, cambiamos de forma. La información que ha recibido el alma, todo lo que hemos vivido y aprendido es conservado. Ahora, mi alma comienza su propio viaje, continúa desarrollándose y madurando hasta que llegue el momento de reencarnarse en esta Tierra.”

A consecuencia de sus observaciones, Emoto está convencido de que cada pensamiento, sentimiento, palabra y acto nuestro emite una vibración que afecta a nuestro entorno, y en particular al agua, y por tanto es posible ejercer una influencia positiva y depuradora en nuestro entorno y en nosotros mismos, contribuyendo a purificar todo lo que nosotros mismos hemos contaminado. Con este propósito, ha declarado al 25 de Julio como el “día mundial del amor y de la gratitud al agua”, el que puede hacerse extensivo a los días 25 de cada mes, de modo de reunir las buenas intenciones y plegarias dirigiendo pensamientos amorosos y de gratitud al agua en el estilo y la forma que cada cual prefiera: oraciones de la religión de cada uno, visualizaciones de luz y/o amor derramándose sobre las aguas, etc. Para potenciar el efecto, propone hacerlo en tres horarios: 7, 13 y 19 hrs. del horario local, en ese día. La idea es de doble efecto, pues mientras se contribuye a depurar las aguas planetarias, se purifican al mismo tiempo las propias aguas, al experimentar estos sentimientos positivos.

Isabel De Veer

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